viernes, 11 de marzo de 2011

Ayer te soñé en sepia Padre

Ayer te soñé en sepia Padre, fue como un salto en el tiempo, de repente una luz oscura marcada por sombras en tonos marrones hacían la estancia "antigua", simulando ser parte de una instantánea de época, de una foto antigua realizada por aquellos primeros hermanos de la Cena a los que la belleza de tu rostro deslumbrara.

El silencio fue la banda sonora de aquel momento mágico . A pesar de no oir nada, todo se podía escuchar, todo se podía sentir, las plegarias y los llantos de tantos que nos hemos acercado hasta ti aferrándonos a la reja de tu capilla, esperando el consuelo y la esperanza de tu mirada.

Mis ojos recorrieron todo el espacio que ocupa tu capilla, la primera a la derecha, la de siempre, la que abre la Catedral del Realejo, la más sencilla y verdadera de las capillas, donde no hay adornos que distraigan de lo realmente importante.

Poco a poco deslice mi mirada por tu apostolado, uno a uno, disfrutando de cada uno de sus rostros, de cada gesto de amor en sus miradas, de cada gesto de duda e incertidumbre, de desconfianza o de miedo, de cada detalle de una talla magnífica que representa a hombres. A hombres de verdad , a hombres que sufren y lloran ante las adversidades que les trae la vida, a hombres que se levantan y miran hacia delante, a hombres que como tú nos has enseñado “van siempre de frente por la vida”, a hombres que comprenden tu mensaje y que piensan que todo final es un verdadero comienzo que a buen seguro traerá mejores tiempos, a hombres que luchan con todas sus fuerzas por lo verdaderamente importante.

No sé cómo, pero todo era diferente, por primera vez en mucho tiempo mi ojos miraron hacia arriba, como si de una llamada se tratase, clavándose en tu hornacina, viendo tu dulce rostro. Una madre siempre sabe llamarte sin levantar la voz, siempre sabe decirte que hacer solo con una mirada, siempre sabe cual es tu estado de ánimo, que te preocupa, que te hace sentir mal, que te lleva a derramar una lágrima en silencio sobre tu almohada, una madre siempre lo sabe todo. Y así era, sabias que me preocupaba y me diste aliento, solo con tu llamada, me diste esperanza, me diste la fe que a veces me falta, me diste Victoria en mis pensamientos, me diste lo que dan las madres a sus hijos en los momentos mas duros, me diste Esperanza.

El tiempo parecía no pasar, y allí estaba yo, solo, sobre el escalón de mármol blanco que da pie a tu capilla, sin saber porqué volví el rostro lentamente para mirar hacia el altar mayor, todo era oscuridad y silencio, me parecía sentir a todos aquellos que ya no están con nosotros, a todos aquellos que han pasado por mi vida de una forma u otra, a todos aquellos que tanto me han enseñado. Tenía la extraña impresión de estar solo y al mismo tiempo estar rodeado de toda mi gente, de todos aquellos que siempre me rodean, de todos aquellos que me quieren y aprecian por como soy, siempre bajo tu protección y tu mirada Padre.

Un sueño especial y maravilloso.

1 comentario:

  1. La trascendencia es, más allá de un sueño sepia, una realidad humana. Si dejamos crecer nuestra capacidad amorosa, nos hacemos más humanos, y por eso más trascendentes, y por eso, mas conscientes de nosotros mismos, y por eso, sentimos al Dios o a la Diosa que llevamos dentro, que llevamos fuera, que habita el universo. Pequeños e infinitos, somos los humanos. Pues, ¿sabes, Marsyas?. es difícil atreverse a contar un momento tan íntimo, tan religioso,, en un blog. ¿Es por la cuaresma?.¿es porque se acerca la semana santa?. Sea, como sea, eres valiente, al escribir estas cosas. Salud, compañero

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